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sería muy bueno si dejaras tu huella entre los comentarios... aun que sea nada más que tu nombre, tu país de origen y/o posiblemente una página que tengas (ya sea blog, flickr, fotolog etc..). Todo lo de más (como opiniones, especificación de "para que me sirvió esto" y de más detalles que creas relevantes) será bienvenido, pero con lo antedicho yo ya me conformo. Muchas Gracias! (:
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martes, 8 de enero de 2008

La Bolsa de Basura

La bolsa de basura






















Iba saliendo de casa el otro día pero volví para buscar una bolsa de basura que tenía preparada desde hacía días para un caso así: o sea un caso en que tuviera que pasar por donde está el tacho que se alimenta de las bolsas producidas y envasadas en cada uno de los apartamentos de edificio.
Mi plan era sencillo pero cuando me encontraba a pocos metros del tacho detecté la proximidad de un agente perturbador; un elemento desestabilizador de la posible calma que acompañaba el automático, necesario, comprensible, habitual, justificado, CIVICO acto de tirar la basura:
Se trataba de un individuo que arrodillado junto al tacho extraía de allí restos de alimentos los cuales clasificaba y separaba, en distintas bolsas que traía, según el contenido proteínico, el tenor graso o el nivel de adición vitamínica que tuvieran. Para esto no se servía de ningún instrumental técnico a excepción de una protuberancia que el llevaba incorporada a la cara y con que medía, con precisión asombrosa, el índice de putrefacción operando en cada residuo alimentario ya que entre dos mitades de cáscara de naranja aparentemente iguales el individuo descartaba una y se quedaba con la otra... y no porque estuviese, como se dice, en condiciones de tirar manteca al techo.

Yo empecé a vacilar...

Luego seguí haciéndolo.

No podía tirar la bolsa en el tacho porque la cabeza y las manos del perturbacionista obstruían la entrada y no estaba seguro de si podía ser pertinente utilizar la formula de cortesía: “Con permiso”.

En cuanto a dejar la bolsa en la calle a cierta distancia eso sí parecía grosero siendo como era tan evidente que el individuo iría a recogerla... pero dársela a él en las manos no dejaba de constituir para mí una ofensa (dado el contenido repugnante de la bolsa); en cuanto si para él ese acto podía resultar ofensivo, o no, era algo difícil de prever: más allá de sus intenciones de apropiarse de la bolsa podía contar con una dosis de orgullo que lo hiciera fingir que solo estaba buscando... un aro que se le hubiera caído.

Otra posibilidad que consideré fue dejar la bolsa junto al individuo pero abierta (como demostración de amabilidad...) dando a entender que no ignoraba sus intenciones de revisarla.

Pero todos estos pensamientos pasaron con mucha rapidez por mi cabeza.
Vencido por la ambigüedad contenida en el acto de darle a alguien algo que es una porquería (siendo que este alguien tiene de toda forma mucho interés en recibirla), pensé en otro tipo de salida: por ejemplo darle al tipo una limosna. Sin embargo el análisis de esta posibilidad me reveló que eso no me iba a librar del dilema de que hacer con la bolsa porque, sea cual fuera la magnitud de la limosna, era evidente que nunca iba a bastar para consolidar en el otro una posición económica suficientemente holgada como para abandonar el hábito de hurgar en los tachos de basura.

Empecé a retroceder...

Mientras lo hacía seguí examinando otras posibles maneras de deshacerme de la bolsa: consideré no dejar la bolsa si no solo su contenido vaciándolo en las manos del individuo. También pensé en dejar a la bolsa cerrada y decirle: “Mire, le dejo esto y se que usted lo va a abrir; no me gusta la idea pero se que es lo único que usted puede hacer para vivir. Yo quisiera ayudarla pero no puedo porque tengo que ir a pagaar la taaaargeeetaaa...” y no se que otra cosa más.
Después pensé en vaciar la bolsa en el tacho del edificio vecino pero volver y tirar la bolsa vacía en el otro tacho mostrando mi voluntad de evitar entregarle basura al tipo pero mostrando al mismo tiempo también que no era mi intención hacerle un desaire ni fingir que no lo había visto ni que lo había visto pero que no quería roses con él.

Pero ninguna de estas opciones me satisfizo; seguí retrocediendo hasta entrar de nuevo en el edificio; subí las escaleras y sacando las llaves de mi apartamento conseguí, después de unos minutos de esfuerzo, abrir la cerradura permaneciendo de espaldas a la puerta. Así entré y seguí retrocediendo hasta que me di contra la ventana que estaba abierta.
Supe detenerme en ese momento y me quedé ahí quieto como un muñeco a cuerda detenido en su marcha por algún obstáculo siempre de espaldas a la ventana con la bolsa de basura en la mano...
Y así pasé un rato hasta que de pronto oí que desde abajo el tipo me gritaba:

“Che loco, aun que sea tirámela por la ventana!!”




Leo Masliah

(que, por si algunos no saben, no soy yo)

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