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lunes, 25 de febrero de 2008

La Isla Encantada: "Thomas y Almina"













Los hermanitos: Thomas y Almina.


A Almina le gusta bailar.
A Thomas pensar.

Ellos son de familia francesa, pertenecen a la sexta generación. Es decir que el que sufrió el hechizo fue el bis bis bis bis abuelo: Monsieur Thomas Eiffel. (de quien el pequeño Tommy heredó el nombre)


Thomas, hermano del abuelo de Gustave (el famoso ingeniero), siempre tuvo pasión por la arqueología y después de haber llegado a Egipto en 1798 como soldado, desafortunadamente, tuvo ocasión de satisfacer su sueño: hacer un descubrimiento histórico.

Los hechos que contaré explicaran porque dije "desafortunadamente".


Como decía, Thomas, viajó a Egipto en 1798 con la expedición de Napoleón; durante el viaje enlazó amistad con el entonces capitán Pierre-François Bouchard y hasta tuvo ocasión (gracias a que sabía hablar Italiano) de charlar con Bernardino Drovetti: capitán Piamontés a quien el joven Thomas transmitió su pasión por el antiguo Egipto y la arqueología en general.

Probablemente debido a esas charlas durante las largas y aburridas noches en la nave, será que Drovetti intentará (con éxito) hacerse nombrar, unos años después, cónsul de Francia en Egipto y aprovechará de su posición para dedicarse a la exploración de sitios arqueológicos a fin de armar una importante colección de artefactos antiguos parte de la cual, hoy en día, comprende la casi totalidad de las piezas expuestas en el Museo Egipcio de Turin (uno de los más grandes del mundo).
Cabe recordar, además, que también pareciera ser obra de Drovetti el traslado de uno de los obeliscos del templo de Luxor (antiguamente Tebas) a Francia en donde hoy, éste mismo, está colocado en la "Place de la Concorde".

Volviendo a Thomas:
despues de haber llegado a Egipto combate, pocos días despues, en las famosa batalla de las Pirámides en donde 25.000 franceses (entre los cuales él) tienen que enfrentarse a 75.000 árabes.

Sobrevivir no era cosa fácil.

En medio de la confusión y la muerte el joven soldado Eiffel trataba de eludir los ataques enemigos cuando un enorme caballo y su cabalgante se le cayeron encima, ambos muertos. Este hecho probablemente le salvó la vida ya que el golpe lo desmayó haciéndolo parecer un muerto más en el medio del ensangrentado campo de batalla. Además, su rostro, estaba cubierto de la sangre del mameluco que seguía desangrándose. Casi todo había terminado cuando al despertar, Thomas, empezó a tratar de liberarse...
Lo primero que tenia que hacer era sacarse de encima al cadáver del ex-enemigo (digo “ex” porque un muerto en cuanto inofensivo no se lo puede considerar como enemigo). Durante esta maniobra, el soldado francés, notó un pedazo de papel (o algo parecido) sobresalir del cinturón de su oponente y por esas cosas que uno hace sin saber por que las hizo decidió arrancarlo y guardárselo.
Luego de un rato pasó cabalgando el capitán Bouchard que por suerte escuchó el ahogado grito de su subordinado y lo ayudó a mover el caballo de encima suyo.

Los meses a seguir se volvieron bastante pesados... sobretodo después de que, tan solo una semana después de la batalla de las pirámides, el almirante Nelson (al mando de la flota británica) desintegró la flota de Napoleón dejando a todos “tirados” en Egipto y sin posibilidad de volver atrás.

Durante casi todo el año a seguir, entre una batalla y otra, Thomas trató de averiguar de qué se trataba el manuscrito que había logrado conseguir.
Estaba convencido de que fuese un mapa... pero no conociendo a memoria la geografía de Egipto nunca pudo comprobarlo.
Fue por eso que, cada vez que se le presentaba la ocasión trataba de hablar con su Capitán para convencerlo a que le mostrara los mapas pero François (ya habían entrado casi en confidencia) nunca se lo concedió tal como Thomas nunca dejó que su superior mirase su valiosísimo pergamino.
En realidad Thomas creía que no le hacía realmente falta consultar los mapas del capitán ya que estaba convencido de que, si se encontraba a andar por esos lugares, seguramente hubiese reconocido los sitios indicados por el mapa que tenía. Además estaba seguro de que ese mapa lo hubiera llevado a un importante descubrimiento arqueológico y por ninguna razón iba a permitir que alguien más se arrebatara el mérito del sueño de su vida.
Pero un buen día de Mayo, cansado de especular, Thomas cedió: “¡Se lo muestro capitán! Pero me tendrá que enseñar por cuales lugares andamos y cuan lejos estamos del sitio indicado por mi pergamino”
“¿No le parece, soldado Eiffel, estar usando un tono un poco demasiado... ‘imperativo’? Me refiero con relación a su posición... No debería aprovecharse así de nuestra amistad” contestó seriamente Bouchard dejando atónito a Thomas quien se percató de que por ahí la emoción lo había llevado a extralimitarse un poco... “Sin embargo - prosiguió Bouchard – acepto su propuesta”.

Después de haber estudiado dos días el mapa y comparándolo con el material que poseía Buchard, Eiffel llegó a la conclusión de que el sitio debía encontrarse en el delta del Nilo... más precisamente en las cercanías de la pequeña ciudad portuaria de Rosetta.

A pesar de la insistencia del visionario Thomas quien estaba convencido de que iba a hacer el descubrimiento del siglo, el capitán Bouchard descartó la posibilidad de hacer cualquier tipo de expedición dada la distancia del sitio con relación a la actual posición de la tropa.
Pero Thomas estaba tan convencido que se encargó de meter en la cabeza al jefe de las tropas, Dhautpoul, la importancia estratégica de Rosetta.

Después de una larga semana durante la cual Thomas hacía recibir cartas anónimas a Dhautpoul en donde escribía de un supuesto levantamiento en la zona del delta del Nilo éste último terminó convenciéndose y persuadió sus superiores de la importancia de consolidar la antigua fortaleza de San Julián en las cercanías de Roseta y en menos de un mes Thomas, bajo las órdenes Bouchard, estaba trabajando para reforzar dicho fortín.

Sabida la noticia Bouchard no supo como reaccionar ya que no pudo contar a nadie que conocía las intenciones de Thomas porque esto hubiera implicado contar también que le había mostrado mapas a un soldado simple. Sin embargo el enojo fue tan grande que, desde que se le comunicó la orden de trasladarse a San Julián, no volvió a hablar con Thomas a menos que fuese estrictamente necesario; o sea para impartir ordenes.

El tercer lunes de Julio (era un 15), después de revisar a lo largo de todo el perímetro, por fin Thomas encuentra lo que tanto andaba buscando! Una piedra, negra, con incisiones en Griego y Egipcio estaba saliendo a la luz desde la arena!
Thomas empezó a gritar de alegría por su hallazgo pero ya desde el momento en que la había tocado su voz sufrió una transformación tan profunda que sus gritos de alegría sonaron a los de más soldados como alaridos lamentosos... Pronto la transformación empezó a apoderarse de otras partes de su cuerpo y como por instinto Thomas empezó a levantar los brazos y se alejó corriendo del fortín mientras su cuerpo padecía un muy rápido empequeñecimiento frente las miradas alucinadas de los compañeros.
Las plumas empezaron a crecer a las 24 horas cuando ya Eiffel había logrado encontrar un escondite lejos del fuerte.

Nadie supo nunca más nada de Thomas y Bouchard, que conocía la importancia de la piedra negra y a la vez no podía contar como su subordinado había llegado a ella, consignó el objeto al general Jacques de Menou comentando que se trataba de un hallazgo absolutamente fortuito hecho por un soldado anónimo.

Sin embargo, la Piedra de Rosetta (así se daría a conocer pocos años después) fue uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XVIII a pesar de que el soldado Eiffel nunca aparezca en los libros y de que nunca se haya enterado de nada ya que, para ese entonces, ya era un pato miserable.

1 comentario:

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